Esteban García Varela
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Severance: la identidad partida y los nuevos cultos del propósito

  • marzo 25, 2025
  • Filosofia remasterizada

Severance es, sin duda, una de las series más provocadoras de los últimos años. Bajo una estética minimalista y una premisa de ciencia ficción corporativa, plantea una pregunta filosófica que interpela profundamente: ¿qué queda del yo cuando se corta la continuidad de la memoria? ¿Somos quienes recordamos ser, o quienes actúan en nuestro nombre?

La serie parte de una decisión radical: separar la conciencia laboral de la personal. Así nace el innie —la versión del sujeto que solo existe en el trabajo, sin recuerdos del exterior— y el outie, que vive fuera, sin saber qué ocurre adentro. Esta división literaliza algo que muchos ya experimentan: una vida segmentada, identidades múltiples, rutinas que nos alejan de nosotros mismos.

Pero hay una capa aún más inquietante que corre subterránea: la estructura de culto en la que se sostiene todo el sistema. La empresa Lumon no es solo una compañía. Es una institución con dogmas, rituales, líderes venerados y un lenguaje cerrado. Sus empleados no solo trabajan: creen. Creen en una narrativa, en un propósito superior, en un sentido que justifica la desconexión. Esto resuena con muchas organizaciones reales, donde se reemplaza la religión por la cultura corporativa, y la pertenencia se mide por la repetición de mantras y la obediencia simbólica.

Uno de los giros más discutidos de la serie ocurre al final, cuando la trama nos devuelve al amor romántico como eje emocional. En medio de una reflexión sobre la identidad, la alienación y el deseo, emerge la figura del “gran amor perdido” como motor de acción. Este recurso, aunque eficaz dramáticamente, también funciona como contención: el amor romántico, arquetípico y literario, actúa como bálsamo ante el abismo existencial que la serie había comenzado a explorar.

Y sin embargo, ese giro no borra el planteamiento más profundo: Severance no busca respuestas, sino incomodidades. Incomodidades que no siempre son conscientes, racionales o filosóficas. A veces vienen del espacio, del entorno visual. Los pasillos infinitos, el área de refinamiento de macrodatos, los muebles desproporcionados, los colores asépticos: todo está diseñado para generar una extrañeza silenciosa, como si el propio ambiente fuera parte del sistema de control. Incomoda no solo lo que pasa, sino dónde pasa. Es una incomodidad que no se piensa, se siente.

Y quizás esa sea la estrategia más profunda que Severance pone en evidencia: divide y vencerás. Divide la conciencia, divide el deseo, divide la identidad. Porque un yo fragmentado es más fácil de controlar, de moldear, de fidelizar. En esa división —casi invisible— se juega el verdadero poder: el que no impone, sino que organiza el sentido.

Tal vez el mayor gesto de resistencia hoy no sea buscar respuestas, sino hacernos las preguntas que la comodidad quiere evitar.

Tags:
  • #AppleTV
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